El Tesoro Escondido
Desde hace mucho tiempo se cuenta en algunos lugares de latinoamérica que escuchar ruidos extraños, son señales evidentes de que muy cerca se encuentra un tesoro escondido.
Esto le ocurrió a Dionisio, un hombre barbudo, desagradable, trabajador y feo en una noche fría en Paraguay. Él y su familia se trasladaron a un pueblo llamada Campo Nuevo, donde comenzaron a construir una casa que pronto se empezó a llenar de ruidos extraños, aullidos y voces misteriosas.
Una noche escucharon un fuerte golpe en la puerta de entrada, Dionisio se levantó de la cama para ver que ocurría. Una sombra envuelta en niebla se paseaba en las afueras de la casa. El miedo se apoderó de la familia que pensaron seriamente en abandonar la casa ya que les era dificil conciliar el sueño.
Su mujer, María, una mujer encantadora y amable, lloraba a diario y sus hijos querían mudarse. No soportaban la idea de convivir con esas presencias misteriosas. María, tenía un gallinero con varias gallinas, tres perros y dos gatos. Una noche en que los aullidos envolvieron la casa, escucharon cacarear a las gallinas, ladrar a los perros y maullar a los gatos con un vigor fuera de lo común. Al día siguiente tres gallinas, uno de los perros y los dos gatos desaparecieron sin dejar rastro, eran todos blancos. Al fantasma por lo visto, no le
gustaban los animales de color blanco. Dionisio que era muy valiente, al
día siguiente cogio una pala, la cual se encontraba atada a la baca de su antiguo coche, y se dirigió a la zona donde antes pastaba su amada vaca Mariflor, que murió al poco de empezar los sucesos extraños.
Viéndose incapaz de acabar con la tarea, decidió pedir ayuda a sus dos primos. Aunque estaban cansados continuaron cavando con entusiasmo. Allí encontraron un envoltorio hecho con sábanas de hilo sucias. En su interior había una antigua olla de hierro con tapa. Y dentro de la olla un puñado de relucientes monedas españolas de oro.
Viéndose incapaz de acabar con la tarea, decidió pedir ayuda a sus dos primos. Aunque estaban cansados continuaron cavando con entusiasmo. Allí encontraron un envoltorio hecho con sábanas de hilo sucias. En su interior había una antigua olla de hierro con tapa. Y dentro de la olla un puñado de relucientes monedas españolas de oro.
No podían creer lo que estaban viendo. Al instante, la olla y todo su
contenido se transformó en carbón esfumándose de su vista. Dionisio les dijo a sus primos que
se marcharan para continuar cavando solo. Esa noche no pudieron dormir.
Los fantasmas golpearon las puertas y ventanas, sacudiéndolas con una potencia increíble.
Al día siguiente, Dionisio tomó la pala y cavó más profundamente en el
mismo lugar con la esperanza de encontrar algo más. En el mismo lugar
apareció otro envoltorio. Era un baúl de madera envuelto con varias
capas de tela. El baúl estaba cerrado con un candado de
hierro oxidado. Dionisio no tardó en romperlo con una tenaza. El baúl contenía numerosos collares, diademas, aros y pulseras. Todos de oro
antiguo. Un tesoro de valor incalculable. Espero un tiempo para asegurarse que no desapareciera. El tesoro
continuó ante su vista sin desaparecer.
Comunicó la noticia a su familia y a sus primos que contentos celebraron el hallazgo. Las sombras y los aullidos se retiraron de la
casa. Volvieron a aparecer las gallinas, el perro y los dos gatos. Los
fantasmas ya no tenían que custodiar su tesoro. No sabemos adonde fueron
a parar, seguramente se retiraron a descansar, después de tantos años
de vagar en las sombras custodiando su fortuna.